martes, 7 de abril de 2015

Pasolini



No es una película fácil de ver ni de interpretar. Pero una vez vista, induce a formular alguna opinión, sobre todo a los que tenemos algún recuerdo de la muerte del polifacético intelectual, asesinado en la sórdida playa de Ostia en noviembre de 1975.

Y no es que en aquella España paleta y pre-democrática, el asesinato del director italiano supusiera convulsión alguna, salvo en algunos aficionados al cine y admiradores de la cultura italiana,  tan en boga en aquel tiempo. (Acabo de reparar, si las fechas no me fallan, que Franco moriría unos días más tarde que Pasolini: demostración palpable sobre lo indiscriminado de la muerte).

Abel Ferrara nos ofrece una obra de género que podemos denominar como sui-generis: “sufrir por algo que nos ofrece determinados beneficios intelectuales”, lo cual me parece perfectamente admisible, incluso bueno (lo malo es que te hagan sufrir para nada).Ya me ha pasado con otras películas, como Turner, que te ofrecen un sufrimiento en forma de aburrimiento muy notable, beneficiándote con una excelente fotografía y con una visión exhaustiva del aburrimiento en todos los órdenes (social, cultural ,de valores humanos) en un siglo decimonónico  que se nos suele representar de manera más épica.

De Pasolini no se podrá decir que es muy entretenida, pero te hace pensar. Servida mediante una original forma narrativa, en varios niveles, combinando acontecimientos reales con otros imaginados (tan reales, en definitiva, unos como los otros). La aproximación al personaje biografiado no te deja indiferente. A través de la película Pasolini atisbamos el desasosiego de su vida y lo arriesgado de su actitud intelectual. Suponían una acumulación de negaciones y contradicciones que abocaban a un trágico final. Casi coincidiendo con su muerte, se estrenaba “Saló o los 120 días de Sodoma”. Habiendo filmado tal historia, es difícil imaginar lo que hubiese podido venir después. Una formulación tan negativa y desesperanzada es insuperable.

El cineasta neoyorquino aborda su aproximación a Pasolini mediante una narración que parece imitar (u homenajear) el estilo cinematográfico del propio Pasolini. Tarea digna de encomio. El actor que encarna al malogrado protagonista (Willen Dafoe) está sensacional, revistiendo al personaje de una autenticidad que lo aproxima al falso documental. María de Medeiros crea un contrapunto interpretativo con su breve personaje de intelectual frívola y snob, que quita algo de hierro al conjunto.

Mención especial merece el final, no por conocido menos sorprendente. La fotografía de textura sucia , apenas iluminada. El escenario sórdido, como el peor sitio para morir, y los detalles de cómo pudo acontecer tan desgraciado desenlace, están contados con una turbia y conmovedora belleza, dotados de una extraña poesía que lo acerca al documental, más que falso, “verdadero y real documental”.
     Abstenerse quienes, aunque sea inconscientemente, necesiten alguna tabla de salvación a la que agarrarse. Pasolini te deja completamente a la deriva.


                             M.Fonseca.