Se
trata de una película impactante por el dinamismo con el que está narrada y el interés que la historia nos suscita. Aúna a la perfección
calidad con una noble comercialidad que, esperemos, favorezca su distribución.
Y ojalá se convierta en el suceso que ha sido en Argentina ( su país de
producción ) donde se cuenta como uno de los títulos más taquilleros de su
historia.
Y es
que la opción narrativa de El Clan se aleja de propuestas “expresionistas
cultas” ( como el Club, cine chileno de gran calidad y extremada crudeza) para
aproximarla a la brillantez y espectacularidad de un cine muy bien hecho más
cercano a Scorsese, Coppola, e incluso Tarantino.
El Clan
es una película muy rigurosa sobre la falsedad de las relaciones familiares,
dejación de libertad y responsabilidades personales en aras a la autoridad
extrema e incuestionable del padre, más “padrino” que nunca en este caso. La
historia no es maniquea y no carga toda la culpa sobre el despotismo salvaje
del padre. Todos los miembros ceden por su silencio o por su directa
implicación. De modo que nadie sale indemne; todavía menos, inocente.
El Clan
es una directa y dura crítica a los malos modos y usos (de los peores que se
conozcan) en las postrimerías de la dictadura argentina. Pone los pelos de
punta pensar que pudiese desarrollarse, como si nada, este modus vivendi
mafioso con la complicidad indisimulada de las autoridades de aquella corrupta
y asesina dictadura.
El
director nos cuenta los hechos con total maestría y don de la narrativa
cinematográfica, con un excelente montaje y una agilidad que mantiene el pulso
del filme en un crescendo continuo, concluyendo en un final de sorpresa y
dureza con tintes casi rayanos al terror, que hacen de esta excelente película
una estimable obra en si misma, al margen del alegato y dura denuncia política
que encierra.
La
sabiduría del director para tejer dinámicas, fuertes y contundentes imágenes
que jalonan esta narración, se
complementa con un trabajo actoral extraordinario, en el que destacan la
inconmensurable composición del padre de familia, por parte de Guillermo
Francella, y el hijo deportista, Gastón Cocchiarale; dignos los dos del máximo
elogio y de las mayores recompensas que la industria pueda otorgar a la
interpretación.
Pablo
Trapero ha hecho un gran trabajo, que supera a Elefante Blanco y Carancho,
películas precedentes muy estimables. Los hermanos Almodóvar vuelven a hacer
diana después del exitazo de Relatos Salvajes. La buena racha
argentino-española continúa.
Manuel
Fonseca