viernes, 27 de noviembre de 2015

El Clan



Se trata de una película impactante por el dinamismo  con el que está narrada y el interés que  la historia nos suscita. Aúna a la perfección calidad con una noble comercialidad que, esperemos, favorezca su distribución. Y ojalá se convierta en el suceso que ha sido en Argentina ( su país de producción ) donde se cuenta como uno de los títulos más taquilleros de su historia.
Y es que la opción narrativa de El Clan se aleja de propuestas “expresionistas cultas” ( como el Club, cine chileno de gran calidad y extremada crudeza) para aproximarla a la brillantez y espectacularidad de un cine muy bien hecho más cercano a Scorsese, Coppola, e incluso Tarantino.

El Clan es una película muy rigurosa sobre la falsedad de las relaciones familiares, dejación de libertad y responsabilidades personales en aras a la autoridad extrema e incuestionable del padre, más “padrino” que nunca en este caso. La historia no es maniquea y no carga toda la culpa sobre el despotismo salvaje del padre. Todos los miembros ceden por su silencio o por su directa implicación. De modo que nadie sale indemne; todavía menos, inocente.

El Clan es una directa y dura crítica a los malos modos y usos (de los peores que se conozcan) en las postrimerías de la dictadura argentina. Pone los pelos de punta pensar que pudiese desarrollarse, como si nada, este modus vivendi mafioso con la complicidad indisimulada de las autoridades de aquella corrupta y asesina dictadura.

El director nos cuenta los hechos con total maestría y don de la narrativa cinematográfica, con un excelente montaje y una agilidad que mantiene el pulso del filme en un crescendo continuo, concluyendo en un final de sorpresa y dureza con tintes casi rayanos al terror, que hacen de esta excelente película una estimable obra en si misma, al margen del alegato y dura denuncia política que encierra.

La sabiduría del director para tejer dinámicas, fuertes y contundentes imágenes que jalonan esta  narración, se complementa con un trabajo actoral extraordinario, en el que destacan la inconmensurable composición del padre de familia, por parte de Guillermo Francella, y el hijo deportista, Gastón Cocchiarale; dignos los dos del máximo elogio y de las mayores recompensas que la industria pueda otorgar a la interpretación.
Pablo Trapero ha hecho un gran trabajo, que supera a Elefante Blanco y Carancho, películas precedentes muy estimables. Los hermanos Almodóvar vuelven a hacer diana después del exitazo de Relatos Salvajes. La buena racha argentino-española continúa.



Manuel Fonseca