sábado, 1 de noviembre de 2014

Amarás al Prójimo


El último trabajo de la realizadora polaca Malgoska Szumowska ha sido todo un descubrimiento para mí (no conocía nada de su filmografía).Me ha sorprendido por la fuerza expresiva de las imágenes y por el estilo elegante y sobrio de su narración.
Nos encontramos con una Polonia rural, conservadora y defensora de los valores impuestos por la Iglesia. Es en este contexto  donde se desarrolla esta historia y donde la iglesia católica ejerce su poder hegemónico.
El protagonista es un sacerdote que ejerce en una pequeña comunidad ayudando a jóvenes socialmente inadaptados y con diversos problemas conductuales. La labor realizada por el padre Adam es muy bien valorada por el conjunto de personas que realizan allí su trabajo, sin embargo Adam deberá debatirse y luchar denodadamente con sus impulsos, manteniendo en secreto su homosexualidad. Está convencido de que en este lugar apartado puede controlar y reprimir sus deseos. La aparición de Luckasz le hará tambalear toda su estructura. Y es aquí donde la fuerza de las imágenes, el lenguaje gestual y la cadencia de la narración cobran mayor importancia.
El padre Adam se nos muestra como un personaje abatido por su sexualidad y con un gran sentimiento religioso  al que no quiere renunciar, pero se verá obligado a salir de la aldea por la denuncia del director del centro de acogida de jóvenes ante el Obispado y la actitud fuertemente hostil de toda la comunidad.
La Iglesia, como en numerosas ocasiones, hace gala de la hipocresía habitual: no pasa nada, hay que acallar los rumores y corregir esas prácticas y conductas con el traslado del sacerdote a otra diócesis. La actitud de la iglesia católica no nos sorprende en absoluto, defendiendo el celibato, no admitiendo la homosexualidad, etc.… (en este sentido el papa Francisco pretende dar un paso hacia adelante ).Conviene que todo quede dentro de sus cauces y controlado. Sólo de esta forma el protagonista puede dar rienda suelta a sus sentimientos.
                                                  María Berrocal