El último trabajo de la realizadora
polaca Malgoska Szumowska ha sido todo un descubrimiento para mí (no conocía
nada de su filmografía).Me ha sorprendido por la fuerza expresiva de las
imágenes y por el estilo elegante y sobrio de su narración.
Nos
encontramos con una Polonia rural, conservadora y defensora de los valores
impuestos por la Iglesia. Es en este contexto
donde se desarrolla esta historia y donde la iglesia católica ejerce su
poder hegemónico.
El
protagonista es un sacerdote que ejerce en una pequeña comunidad ayudando a jóvenes
socialmente inadaptados y con diversos problemas conductuales. La labor
realizada por el padre Adam es muy bien valorada por el conjunto de personas
que realizan allí su trabajo, sin embargo Adam deberá debatirse y luchar
denodadamente con sus impulsos, manteniendo en secreto su homosexualidad. Está convencido
de que en este lugar apartado puede controlar y reprimir sus deseos. La aparición
de Luckasz le hará tambalear toda su estructura. Y es aquí donde la fuerza de
las imágenes, el lenguaje gestual y la cadencia de la narración cobran mayor
importancia.
El padre Adam se nos muestra como un personaje abatido por su
sexualidad y con un gran sentimiento religioso
al que no quiere renunciar, pero se verá obligado a salir de la aldea
por la denuncia del director del centro de acogida de jóvenes ante el Obispado
y la actitud fuertemente hostil de toda la comunidad.
La
Iglesia, como en numerosas ocasiones, hace gala de la hipocresía habitual: no
pasa nada, hay que acallar los rumores y corregir esas prácticas y conductas
con el traslado del sacerdote a otra diócesis. La actitud de la iglesia católica
no nos sorprende en absoluto, defendiendo el celibato, no admitiendo la
homosexualidad, etc.… (en este sentido el papa Francisco pretende dar un paso
hacia adelante ).Conviene que todo quede dentro de sus cauces y controlado. Sólo
de esta forma el protagonista puede dar rienda suelta a sus sentimientos.
María Berrocal