La visión de Stockholm me ha
supuesto una agradable sorpresa, a la par que una mala conciencia por comprobar
la situación en la que se hallan este tipo de producciones independientes:
Destinadas a la exhibición en festivales, pero con un más que precario desconocimiento
del público. No encuentro respuesta para este fenómeno, aunque no deje de
sorprenderme. ¿Como una película que retrata tan bien los personajes jóvenes de
la noche madrileña no logra atraer al público al que tan magníficamente refleja?.El estigma de “cine español” debe
tener que ver algo con esto.
Pero una vez descubierta y rescatada,
en muy pequeña e individual escala,esta joya de sencillez,naturalidad,poesía e
ingenio (tiene de todo,de verdad),hay que recomendarla muy efusivamente,pues no
defraudará a ningún amante del buen cine.
No sabría determinar dónde radica el
calado poético de este filme, que es tan manifiesto como difícil de precisar a
qué aspectos atribuirlo. Logra transmitir poesía mediante diálogos directos e inteligentes,
de formulación perfectamente natural. Ausencia
de grandes palabras y de acciones audaces: todo sucede como si no pasase
nada.
¿Le prestará esa aura poética la luz
blanquecina, como de sueño enfermizo, que envuelve parte de la película? ¿O esos
lentos movimientos de cámara, cuando no planos secuencia completamente fijos,
con los que logra transmitir una notable inquietud?.Es misteriosa la
complejidad que desprende Stockholm a base de medios nada rebuscados.
Ideológicamente nos propone varios temas
de reflexión, el de las armas de seducción entre otros: los medios que se
utilizan para conseguir algo a toda costa se pueden volver en contra de uno, y
en una proporción nada equilibrada.
Los dos protagonistas
(Javier Pereira y una magnífica Aura Garrido, plena de matices y
misterio)realizan un excelente trabajo. Así como Alejandro de Pablo (fotografía
) y el responsable de todo: Rodrigo Sorogoyen. Director al que no vamos a
perder de vista.
En el comienzo de la película
es inimaginable que encierre el cuento ensimismado y sutil en el que desemboca, aderezado de
misterio y con un final impactante. Rodada con inteligencia y sensibilidad, a
la par que con pocos medios (Aunque seguramente no sean necesarios más, pues de
ese ascetismo de producción es mucho el jugo que se extrae),ejemplifica un tipo
de cine de gran calidad, al que
desearíamos una vida comercial y una difusión mayor de la que ha tenido.
Suerte en la próxima, Rodrigo
Sorogoyen, y que no se haga esperar.
Manuel Fonseca
