LA SEGUNDA MUJER
La
película austriaca de Umur Dag, discípulo de Haneke, nos acerca a una cultura
diferente , introduciéndonos en un hogar turco de emigrantes en Viena, aunque
este aspecto no es nada relevante, pues la ciudad y la vida occidental ,para nada
afectará a los miembros de la familia.
En el comienzo ,la historia tiene un tono
costumbrista . La boda del hijo en un pueblecito turco con los festejos y
bailes de alegre colorido ,donde ya
observamos la separación de sexos, la diferenciación por cuestión de género (
los bailes sólo son para hombres ).Y a partir de aquí el desarrollo de esta
sorprendente historia.
Nos
encontramos en el interior de la casa, en el día a día.. y con la autoridad ,siempre presente ,de la madre;
quien organiza y manda en todos los aspectos. El hogar es su reino y como reina debe garantizar la continuidad de
sus desvelos y el cuidado de los suyos. Para ello buscará a la persona idónea
que estará cuando ella falte.
La
protagonista de esta historia, Fatma, conseguirá dos objetivos : Acallar las
habladurías respecto al hijo que permanece soltero , y ofrecer al marido y los
hijos la persona que ha de sustituirla : la joven Ayse. La complicidad,unión y
amistad entre las dos mujeres generará
envidias y celos entre las hijas, sobre todo en la mayor, víctima de violencia
de género y que no aceptará de ningún modo la intrusión de Ayse en la familia.
Un
giro inesperado en la película , además de un buen golpe de efecto, nos
desvelará las situaciones dramáticas que se desarrollarán. La fuerte y cruel violencia ejercida por la
madre nos hiere y nos estremece . No es posible mayor maltrato. Con un solido
guión y muy bien conducida por el director, nos adentramos en otra cultura que
sólo la grandeza del cine puede proporcionarnos.
María
Berrocal
RECUERDO DE CHANTAL AKERMAN: L'Homme á la Valise:
Medio metraje filmado y protagonizado por la belga Chantal Akerman, que falleció en trágicas circunstancias el pasado 6 de octubre a los 65 años, "L'Homme á la Valise" (1983) se destaca por el uso primordial del sonido, la luz y el espacio físico.
En esta original, claustrofóbica y a la vez bien humorada obra, el sonido ocupa un primer plano de la trama, que despega cuando la protagonista (la misma Akerman) tiene que compartir su apartamento parisino con un incómoda visita que dilata su estancia. Los ruídos del amigo perturban al personaje, pero también constituyen un mapa de la propia casa: sabemos la distribución de los cuartos por los sonidos, no por las imágenes. Si el sonido se impone a medida que la obsesión de la protagonista aumenta, la luz disminuye hasta la casi oscuridad.
La disparidad del porte físico entre la protagonista y su indeseado invitado refleja la incomunicación entre ambos. Él es un hombre altísimo y fuerte, mientras que ella es bajita y rechoncha. Sin embargo, esta peculiar relación también tiene una vis cómica. Ambos evocan a la famosa pareja de "Gordo y el Flaco". El tono cómico lo ahonda la propia protagonista, quien, en sus bruscos e inesperados movimientos, recuerda al genial Charles Chaplin.
No obstante, la arrojada propuesta de Akerman no tiene un final a la altura, ya que peca de conservadurismo, con un retorno al orden salpicado de alivio y desconcertante tristeza.
Marana Borges
LA ROSA PÚRPURA DEL CAIRO
Uno de los muchos placeres que nos ofrece la magia del cine es la de escapar de nuestra realidad para penetrar en el mundo ideal que soñamos. Es esta visión romántica el tema central de la película. Necesitamos vivir otra vida diferente y la sala del cine nos la puede proporcionar.
La protagonista de esta historia, quienes viven en un contexto deprimido, oprimido, violento y carente de lo básico , descubrirá otras realidades donde, como en “ Alicia a través del Espejo “, rigen otras normas. ¿ Es real o ficticio lo que en ese momento vive con el personaje? ¿ Dónde está el límite de lo real o irreal ?
¿Son personaje y actor la misma realidad ? ¿ O son planos diferentes de la misma que pueden fundirse o desdoblarse ?
Woody Allen reflexiona y nos hace reflexionar sobre el mundo del cine en todas sus facetas ,tanto prosaicas como poéticas . Es algo más que producción, distribución, beneficios económicos, etc..
Es la magia que te envuelve, que te transporta y te conduce hacia otros caminos de vida que ne-cesitas transitar. Perseguir un sueño , vivir una ilusión… es esencial para enfrentarnos con muchas dificultades que la vida real nos impone. Y esto, creo que, es el mensaje que el director nos quiere transmitir : La vida no es posible sin ilusiones.
María Berrocal
DOGVILLE
Las películas de Lars Von Trier nunca nos dejan indiferentes. Casi
siempre encontramos en la provocación,
en la falta de humanismo, en la dureza y crueldad con las que nos presenta
muchas situaciones , que algo se mueve en nuestros esquemas, que nuestras
estructuras mentales se tambalean con el riesgo de hacernos perder nuestro
equilibrio . Nos obliga a realizar un buen ejercicio de reflexión libre de prejuicios e ideas
preconcebidas.
El director danés toma como inspiración el teatro épico, político- social de Bertolt Brech
,donde se precisa el distanciamiento del espectador para que la identificación con lo que sucede en escena
no sea posible. Así pues,
asistimos a la representación
sin emociones, sin implicaciones…Los
personajes representan su papel sin apenas carga emotiva, pero dejándonos multitud de preguntas
abiertas y sin respuesta. La intención
didáctica del autor es
conducirnos a un juicio crítico.
Lars Von Trier indaga en nuevas
formas de comunicación
utilizando, como en Dogville, las técnicas
de cine-teatro para narrarnos esta inquietante historia.
A Dogville, una pequeña comunidad cerca de las Montañas Rocosas ( E.E.U.U.), llega
Grace, una fugitiva que intentará
hacerse aceptar ofreciendo su ayuda a los habitantes. La aceptación nunca se producirá. Siempre será la extranjera, la excluida que
desea hacerse admitir en una comunidad
que la sojuzga antes de rechazarla.
La sociedad hipócrita de Dogville estará siempre presente. Aunque los
habitantes de Dogville no necesitan “ayuda”, utilizarán a la fugitiva para que
realice todas las cosas que “no
necesitan” . De este modo
Grace se convertirá en
esclava, pues cada vez los habitantes exigirán un precio más
alto por encubrirla.
La “idílica
comunidad de Dogville” sin
necesidad de autoridad ni fuerzas represivas, pero con el poder encubierto
representado por el escritor-filósofo
que convoca a los vecinos para ilustrarlos, no es otra cosa que, como Foucault
señala, el Saber que
ejerce el Poder. Y es este personaje con su apariencia de benefactor, de moral
y ética intachable , el más dañino y peligroso pues conducirá a Dogville al precipicio. Cómo se decía
en tiempos de Brecht : sólo
la violencia ayuda allí donde
reina la violencia . Y desgraciadamente esto es lo que sucede.
La película nos deja reflexiones de todo tipo y un amargo sabor difícil de digerir. El juego dialéctico entre dos de
sus personajes merece la consideración
de una clásica tragedia
griega con tintes mitológicos
: ¿ Quien es arrogante ? ¿ Lo es ella por imponer sus
valores ? ¿ Lo es él por aplicar la Justicia de la
Injusticia ?
¿En qué se
diferencia el mundo del que ella ha intentado huir ,del pueblo de Dogville que
la ha masacrado, humillado y esclavizado ?
Grace descubrirá ,como en el espejo lacaniano,
el verdadero rostro de cada uno de los habitantes, haciéndolos enfrentarse con su auténtico Yo del que siempre han rehusado.
El final de la película con la imagen del perro
nos incita a repetir la frase de Groucho Marx “Cuanto más
conozco al hombre más amo
a mi perro”.
María Berrocal
MATAR A UN RUISEÑOR
La novela de Harper Lee adaptada al cine por Robert Mulligan es un filme de una sólida construcción cinematográfica, pausada, reflexiva y llena de matices.
La acción se desarrolla en los años 30, en la época de la Gran Depresión, y se basa en datos biográficos de la autora. Un aspecto especialmente importante de la película es la narración del mundo infantil basado en experiencias de la propia escritora. El tiempo pausado de la infancia, la longitud de aquellos veranos, que todos podemos recordar, aderezados de la imaginación y de los juegos propios de la edad, es otro logro dentro de las muchas propuestas que contiene el film. Las relaciones con el hermano y con el niño que pasa allí las vacaciones están narradas con veracidad y sentido realista. Precisamente la evolución positiva de la imagen que estos niños tienen de su padre, a raíz de la forma en que Atticus afronta los acontecimientos ,es otro de los aspectos a considerar .
Matar a un ruiseñor es también una historia de gran valor ético ( Atticus bien podría llamarse “Ethicus” ) y de principios morales y sociales. El filme es un tributo a las películas de juicios tan en boga en aquella época. Todo en este clásico filme, convertido por derecho propio en un título imprescindible de los años 60, respira sabiduría cinematográfica y buen hacer en el tratamiento de los distintos temas que confluyen en la historia, temas que, lejos de anularse y entorpecerse resultan complementarse. Temas como la discriminación racial, la justicia, la culpabilidad, la violencia, la exclusión..etc se presentan ante el espectador con total verosimilitud ,de tal manera que llegamos a sentir y a sufrir la falsedad de los testimonios en el juicio , el veredicto de la Justicia , la violencia ejercida por el padre de la chica supuestamente violada, el ataque a los hijos del protagonista..etc. Todo esto envuelto en un ambiente casi de película de terror, conseguido en parte por los planos fragmentados utilizados en la escena de la agresión del niño, mientras la hermana lo observa a través de los ojos del disfraz, asi como la aparición de una silueta llevándose al pequeño ,que nos mantendrá en el misterio e intriga hasta conocer su desenlace.
Magistral la secuencia en la que Atticus responde a la agresión por parte del padre que ha levantado falso testimonio. No puede haber mejor respuesta y más inteligente que la que presenciamos en Athicus. La violencia no siempre genera violencia. La revisión de la película, además de merecer una valoración muy positiva, supone una reconciliación con el género humano. El mundo sería mejor si muchos más Atticus poblasen nuestro planeta.
María Berrocal
CINEMA PARADISO
Hace 25 años que vi en el cine Cinema Paradiso, por entonces tenía 7 años y se convirtió en mi película preferida. Ahora, aprovechando la reposición en las salas de cine, he tenido la ocasión de volver a verla en pantalla grande y sigue siendo tan maravillosa como cuando la vi por primera vez.
La película es un gran homenaje al cine, a la infancia, al primer amor y a la amistad. Pero hay algo más que engloba a los cuatro temas; si tuviera que decir una palabra para describir Cinema Paradiso diría “nostalgia”. Tornatore supo transmitir tan bien la idea de nostalgia que la niña de 7 años que yo era lo comprendió todo: la intensidad y pasión de cuando se es niño y adolescente es única e irrecuperable; las maravillas de la infancia y el primer amor son sensaciones y vivencias que nunca se volverán a repetir, se alejarán de tu vida y se convertirán en inalcanzables.
Alfredo, el personaje central en la niñez y adolescencia de Totó, le transmite a éste la necesidad de no mirar atrás, de no dejarse atrapar por la nostalgia, de saber abandonar el pasado y sólo mirar hacia el devenir “no quiero volver a oírte Totó, quiero oír hablar de ti” le dice Alfredo, convencido - y con razón- de que grandes cosas le esperan a su querido Totó, pero todas ellas fuera del pueblo, lejos de ellos. Sin embargo, lo que transmite el film es precisamente lo contrario, Cinema Paradiso es nostalgia en estado puro.
Con una maravillosa banda sonora, recordamos con Totó la época de su vida en la que todo está por construirse, todo es emocionante y todas las puertas están abiertas. Ahora, que Totó ya ha hecho su vida, la emoción es menor, la frescura ha desaparecido y no mira alrededor con la misma curiosidad y alegría que en aquellos días, los días del Cine Paradiso. ¿Cómo no entregarse a la nostalgia al volver a ver a Elena filmada por Totó la primera vez que la vio?.
La sensibilidad y belleza con la que se narra la historia y los temas de carácter universal unidos al amor por el cine, hicieron que la película fuera una preciosidad, ahora, 25 años después de su estreno, podemos decir que Cinema Paradiso es un clásico del cine.
Anika
INDIANA JONES, CINE CON MAYÚSCULAS
El Dr. Jones, intelectual, ratón de biblioteca y profesor universitario de arqueología con aire ingenuo, se transforma- como superman en una cabina- en el gran Indiana Jones en cuanto la aventura llama a su puerta. Abre su maleta de cuero, mete su chupa, su látigo, su revólver y su sombrero. Se sienta en un avión de los años treinta, se acomoda y coloca su sombrero en la cara en clara predisposición al sueño. San Francisco-Hawaii-Filipinas-Nepal. Shanghái-La India. Nueva-York-Madeira-Venecia. Venecia-Salzburgo-Berlín. La selva amazónica, el desierto egipcio, Jordania, da igual, el ritmo trepidante ya está en marcha y una espiral de acción sin respiro comienza. El espectador ha quedado literalmente pegado en su butaca, absolutamente envuelto en esa maravillosa atmósfera de mapas, historia, pasadizos secretos, descubrimientos (una equis marca el lugar), viajes por el mundo y aventura que la serie nos ofrece. Ya no se puede parar, habrá que ver la siguiente peli, y la otra, si no hay fatiga para Indiana Jones mucho menos la habrá para el espectador. Nuestro héroe, el alter ego intrépido del profesor, no flaqueará ni durante un mínimo instante a la hora de enfrentarse a Belloq, Moda-Ram, Donovan o el mismísimo Hitler, al que va a buscar a su mismísima guarida, a la boca del lobo. Al revés que la mayoría de los héroes de acción, Indy no es moralista ni pretende salvar a la humanidad con acciones altruistas, sino que anhela fortuna y gloria, es chuleta, mujeriego, y en ocasiones da la sensación de que está a un centímetro del lado oscuro.
Es esta peculiaridad una de las características que hace a la serie de películas tan especial, y como olvidar algunas de las escenas que ya forman parte de la historia del celuloide: Indy aparece de espaldas ante la cámara por primera vez en la mitad de la selva y detecta un leve chasquido de revólver que desbarata con su látigo; Indiana Jones pasea por el desierto, de un lado a otro, mientras varios trabajadores buscan el arca con un atardecer espectacular de fondo; la bola de piedra gigante que desciende por un corredor; el salto de la cabeza del león, la ceremonia de arrancar corazones y un sinfin más. Todo esto ha tenido tanta repercusión que es tan improbable que alguno de vosotros, queridos lectores, no haya visto las películas como que un caballero cruzado de mil años custodie vivo el Santo Grial. En cualquier caso, fieles seguidores o meros aficionados, preparen palomitas, métanse en una manta, apaguen las luces e inicien un maratón de Indiana Jones sin concesiones, disfruten del cine con mayúsculas. Ya suena la música, aparece la montaña de la Paramount, termina la rutina. Empieza la aventura.
pepejones, noviembre 2013
EL DÍA QUE BESÉ A AUDREY HEPBURN
Yo creo que hay pocas películas en la historia del cine que han superado a la novela en la que están inspiradas. El caso de Desayuno con diamantes es una de ellas. La novela de Truman Capote es, literalmente, infumable. La película de Blake Edwards del año 1961 por suerte se basó solamente en la primera parte de la obra de Capote, y lo cierto es que la resuelve de manera fantástica.
Ahora bien, seguramente nada de lo que hoy pensamos de esta película, entrañable y con una música de quitarse el sombrero, podría decirse si no hubiera sido interpretada por la genial Audrey Hepburn. El desfile de trajes de Hubert de Givenchy, la banda sonora de Henry Mancini y la elegancia de Miss Hepburn ante los escaparates de Tiffany’s en la Quinta Avenida neoyorkina hacían casi innecesario el guión y la inspiración de la novela de Truman Capote.
¿Quién no se ha dado un paseo por Tiffany’s intentando emular los pasos de Miss Hepburn? ¿Quién no se ha presentado frente al escaparate de la joyería con un croissant y un café en un vaso de plástico? No, querido amigo. Eso solo lo puede hacer ella, con esa inocencia que Dios le regaló. Nosotros, yo al menos, solo desbarraríamos ante el escaparate de Tiffany’s con un vaso de Colacao y un cruasán (únicamente Miss Hepburn puede llevar un croissant), sin ninguna gracia ni estilo.
Voy más allá. ¿Quién no ha entrado en una tienda de artículos de fiesta y ha emulado robar una máscara de plástico o ha montado una reunión de amigos en su casa juntando a lo más selecto del barrio? Seguramente muchos lo han intentando, pero Chamberí o Getafe no es Manhattan. Y ni si quiera esto se podría hacer hoy en un apartamento de la Gran Manzana. Esas cosas solo las podía hacer ella.
Cualquiera que sepa de mi entusiasmo por Audrey Hepburn pensará que estoy condicionado a hablar así de ella, precisamente, por haber caído a los pies de esta musa del cine. Y lo digo yo, que soy incapaz de ir al cine porque no me gusta. Y no aguanto más de 15 minutos sentado delante del televisor viendo una película, ni un programa normal. Sí, señores, soy “misocinéfilo” o como se diga. Pero me rindo ante Miss Hepburn. Eso sí, es una rendición con condiciones. Tengo todas sus películas (compradas en discos legales, nada de piratear) y las he visto todas varias veces, aunque reconozco que en cómodos capítulos de 15-20 minutos, o teniendo entre manos algo más que hacer.
Voy a acabar con una anécdota. Yo no tuve la suerte de conocer a Miss Hepburn pero, ¡ay! diosa Fortuna cuánto he de agradecerte: conozco a alguien que sí tuvo trato directo con ella. Muchos conocerán a Michel Huygen, el músico hispano-belga que hacía las bandas sonoras de series de televisión míticas de Fernando Jiménez del Oso, como En busca del misterio. Precisamente un día, cenando en casa de Fernando con él, me salta, sin previo aviso, que él conoció a Audrey. Así la llamó, con toda familiaridad. ¡Como si fuera lo más normal del mundo! Sus padres, belgas, eran muy amigos de ella que para quien no lo sepa, también era belga. Pero hay algo más. Durante el rodaje de Historia de una monja (1959), en el Congo, Michel vivía con sus padres en el país africano. Quien no haya visto la película, le recomiendo que lo haga. Hay una escena en la que el grupo de feligreses entra en la iglesia. En primer plano hay un niño rubito sentado en uno de los bancos, solo, en las filas delanteras. Ése es el bueno de Michel Huygen con apenas cinco añitos.
Sobra decir que después de que me contara esta historia me levanté para darle dos besos. Estaba besando a alguien que a su vez había besado a Audrey Hepburn. ¡Qué grande!