Que en los tiempos
tan individualistas que vivimos se realicen este tipo de films de contenido
social, donde la solidaridad está presente en situaciones de difícil solución, es de agradecer. Los hermanos Dardenne
se caracterizan precisamente por denunciar estados de injusticia, llevando al
espectador a considerar el problema y a sentirse implicado en él. Efectivamente, la empatía con la
protagonista se produce de inmediato, creándose a lo largo de la película
malestar, angustia e incomodidad.
El sistema laboral
se exhibe en toda su perversidad, con todos los matices de insolidaridad a los
que se puede someter una relación laboral. Los trabajadores de una pequeña
empresa deben decidir sobre algo vital en la vida de la protagonista y también en
la propia.
Durante el largo
recorrido que Sandra tiene que realizar, con la inestimable ayuda de su marido, desfila toda una galería
de personajes tan reales y comprensibles que, con algunas excepciones, es
difícil someterlos a juicio. La mayoría lleva una vida muy precaria, por lo que
el dilema que se les presenta es
tener que renunciar a algo casi imprescindible para ellos, en el caso de
ofrecerle su apoyo. La solidaridad humana no parece posible en esta situación
de lucha y competencia por mantener el puesto de trabajo. Sin embargo la
reacción no es unánime: siempre habrá quien nos ayude en los peores momentos.
La interpretación
de la camaleónica Marion Cotillard (Óscar por el papel de Edih Piaf en “la vie
en
rose) es sobresaliente. Penetra en el personaje tanto física como
psicológicamente , lo que subraya el realismo de esta historia narrada con un
estilo sobrio y conciso ,al igual que la frase empleada al dirigirse a cada uno de los
compañeros cuando los visita.
María Berrocal.