jueves, 6 de noviembre de 2014

Dos días, una noche



Que en los tiempos tan individualistas que vivimos se realicen este tipo de films de contenido social, donde la solidaridad está presente en situaciones de difícil solución,  es de agradecer. Los hermanos Dardenne se caracterizan precisamente por denunciar estados de injusticia, llevando al espectador a considerar el problema y a sentirse implicado en  él. Efectivamente, la empatía con la protagonista se produce de inmediato, creándose a lo largo de la película malestar, angustia e incomodidad.
El sistema laboral se exhibe en toda su perversidad, con todos los matices de insolidaridad a los que se puede someter una relación laboral. Los trabajadores de una pequeña empresa deben decidir sobre algo vital en la vida de la protagonista y también en la propia.

Durante el largo recorrido que Sandra tiene que realizar, con la inestimable ayuda  de su marido, desfila toda una galería de personajes tan reales y comprensibles que, con algunas excepciones, es difícil someterlos a juicio. La mayoría lleva una vida muy precaria, por lo que el dilema que se les presenta es  tener que renunciar a algo casi imprescindible para ellos, en el caso de ofrecerle su apoyo. La solidaridad humana no parece posible en esta situación de lucha y competencia por mantener el puesto de trabajo. Sin embargo la reacción no es unánime: siempre habrá quien nos ayude en los peores momentos.

La interpretación de la camaleónica Marion Cotillard (Óscar por el papel de Edih Piaf en “la vie en 
rose) es sobresaliente.  Penetra en el personaje tanto física como psicológicamente , lo que subraya el realismo de esta historia narrada con un estilo sobrio y conciso ,al igual que  la frase  empleada  al dirigirse a cada uno de los compañeros cuando los visita.


María Berrocal.