miércoles, 17 de diciembre de 2014

Ciencia ficción en el cine: ORIGINS

Llevaba tiempo queriendo ver Orígenes, diría que desde hace un par de años, cuando salí del cine de ver “Otra Tierra”.  Pocas veces puedes encontar un director novel con tanto talento y una visión tan personal; más aún cuando hablamos de un género como la ciencia ficción, en ocasiones denostado y otras veces vendido con fuegos de artificio a las masas (a pesar de tratarse de un género en el que encontramos preguntas que nos enfrentan a las grandes dudas existenciales del ser humano). 

Como amante y lector empedernido de ciencia ficción, en el último mes me he enfrentado con cuatro películas de este género con muy buen nivel, desde Interestellar, la más comercial e irregular de ellas, hasta la súper independiente de bajísimo presupuesto Coherence, que nos muestra una ciencia ficción dura, sin concesiones, para auténticos amantes del género. Otro de los films seleccionados es el documental de metalenguaje cinematográfico Jodorowky´s Dune, inspiradora obra maestra (en breve se convertirá en documental de culto) que nos remite a uno de mis grandes libros de cabecera y a la vez a grandes fiascos de la historia del cine de ciencia ficción. Por último, Origins, que de estas cuatro películas, es la que más me cautivó y fue creciendo en mi cabeza los días posteriores a verla, convirtiéndose en una de las grandes películas que he visto este año en el cine.

Tenía claro que el segundo film de Mike Cahill iba a estar a la altura de su ópera prima y así fue. En principio no nos plantea nada nuevo: parte de una idea tan básica y conocida como la reencarnación para llevarla a un nuevo nivel y envolverla en su propio embalaje dándole verosimilitud. Esta película, al igual que Otra Tierra  es poética, introspectiva, emotiva, sutil y, sobre todo, dota a la historia de cotidianeidad, lo que hace que la frontera entre realismo mágico y ciencia ficción sea bastante difusa.


Lo primero a destacar es que nos plantea un mundo metafísico basado en la espiritualidad, pero una espiritualidad pura, alejada de cualquier atisbo de religión. Hace alusión, como el título de la película sugiere, al origen del ser humano: de dónde venimos antes de llegar a esta realidad y hacia dónde partimos y permanecemos después de nuestra existencia física. Tal y como decía anteriormente, una de las grande preguntas, si no la mayor, a la que nos enfrentamos.

La película se articula sobre un esquema clásico de triángulo amoroso en el que el protagonista, científico de profesión, se ve envuelto y atraído hacia cada uno de los vértices del triángulo, de manera distinta según avanza la narración. Aquí es donde el director juega con una maravillosa construcción de personajes y dirección de actores. Por un lado nos encontramos con la ciencia y la razón, representadas por uno de los personajes femeninos, la compañera de laboratorio del protagonista. Ella es comprensiva, cabal, centrada en su trabajo y entusiasta por lograr cualquier avance de su investigación que demuestre la no existencia de un orden superior. En el otro extremo se encuentra la espiritualidad, encarnada por una enigmática chica que representa el amor suicida, inconsciente, vitalista e infantil. Este otro personaje, antagónico del primero, muestra interés por el azar, el misticismo, la suerte o el destino, lo que provoca a la vez el amor y el odio del protagonista. Lo interesante de la película es ver cómo la trayectoria vital, sentimental y profesional de éste se entrelazan para construir la historia, manejándonos para que empaticemos, según el momento, con uno u otro personaje.

Esta metáfora de personajes que representan la Ciencia y el Espíritu nos va cautivando poco a poco. Tras conocer a los protagonistas, nos encontramos en un punto de inflexión que hace que empiece a revelarse la verdadera trama de la película: la idea de la reencarnación y búsqueda de la espiritualidad como algo que tiene que existir más allá de la ciencia para explicar la realidad.

Durante la travesía que recorre el protagonista hacia su transformación -contra la que ha estado luchando desde el principio de la película- el espectador se ve salpicado por frases y teorías realmente interesantes, como la explicación los Déjà vu, las afinidades electivas, la sensación de conocer a una persona desde antes de haberla encontrado, la maravillosa teoría que explica que si antes del Big Bang todos los átomos del universo estaban concentrados en un solo punto, entonces los átomos de dos personas se han conocido y tocado anteriormente. Y por supuesto, la teoría que se  sostiene a lo largo del film : los ojos son la ventana del alma. La película nos va soltando estas perlas hasta llegar al final, uno de los más emotivos que he visto últimamente, en el que el personaje lejos de abandonar, mantiene la fé hasta llevarnos al clímax del film, que es manejado con maestría para regalarnos un desenlace que nos pone la piel de gallina y nos deja con lágrimas en los ojos, al fin y al cabo, es una película que trata los  tema más universales que existen: el amor, dios (o la espiritualidad) y la muerte.

Origins ha ido creciendo en mi cabeza desde el día en que la vi, me ha llevado a fantasear sobre dónde podrían estar mis seres queridos ya desaparecidos; también he sentido total empatía con todos los personajes. Una película se convierte en una gran película cuando ocupa mis pensamiento después de verla y cuando envejece bien. De momento una de las dos condiciones la ha cumplido con creces, espero volver a verla dentro de unos años y que despierte en mi los mismos sentimientos, puesto que el cine se trata de eso, de sentimientos.


Por último me gustaría destacar la maravillosa banda sonora de la película y un pequeño regalo extra que mucha gente no habrá visto, la escena post créditos que nos explica, aunque de una manera muy abierta, una pequeña parte de la trama que no quedaba del todo cerrada en la película.



Manuel Ferro