Resulta
sorprendente encontrar una película coproducida por Estonia y Georgia y más
todavía enterarse de que el pequeño país báltico (1,5 millones de habitantes)
tenía un grupo de ciudadanos que habían emigrado y echado raíces en Georgia (5
millones de habitantes). Lo primero que uno tiene que hacer es informarse sobre
el marco geopolítico en el que la película se desarrolla. Así nos enteraremos
de que el conflicto que se vive en la película es la guerra de principios de
los noventa entre Georgia y la entonces separatista provincia de Abjasia, en
plena descomposición de la URSS, que afectó de manera muy directa a la
población de origen estonio.
La narración está
marcada por la sencillez y la parquedad de medios. Los personajes son seres sin
complicaciones, con las ideas muy claras y sin recovecos ni disimulaciones. Los
diálogos son escuetos, sin divagaciones, y coronan un estilo dirigido a poner
de manifiesto el contraste entre la brutalidad de la guerra (que significa la
brutalidad de los que participan en ella) y la moral y los sentimientos que en
mayor o menor proporción aparecen en los personajes principales, todos ellos
masculinos. Las interpretaciones de los
actores son excelentes y quedan muy bien resaltadas por una fotografía realista
y por el escaso apoyo musical, muy en línea con el carácter más bien taciturno
de los personajes.
Por el tema
podría pensarse que la película se asemejaría a las películas sobre las guerras
de los Balcanes como “En tierra de nadie” de Tanovic o “La vida es un milagro”
de Kusturica. Hay, sin embargo, una diferencia fundamental: en “Mandarinas” el
sentido del humor y la capacidad de disfrute están ausentes. Sin embargo, el
mensaje último de la película es tranquilizador: la base de sentido moral y la
capacidad de desarrollar sentimientos de cooperación se manifiestan en medio de
la brutalidad.
Mandarinas fue
nominada al Óscar a la mejor película de habla no inglesa pero perdió ante la
polaca “Ida”. Precisamente, mientras en “Ida” los personajes principales son
femeninos, el mundo de “Mandarinas” es un mundo de hombres, en el que las
mujeres están totalmente ausentes.
Ismael
