sábado, 23 de enero de 2016

La Juventud


Los que durante muchos años fuimos aficionados y seguidores del cine italiano, con su innegable contribución a la variedad y apertura de nuevos horizontes cinematográficos (desde la posguerra europea y particularmente en  las décadas 60 y 70), recibimos alborozados estos puntuales resurgimientos de aquel añorado esplendor. Pues lo primero que percibimos, tanto en ésta como en la anterior (La gran Belleza) de Paolo Sorrentino, es esa "deuda" o continuidad con muchos de los principios de la cinematografía italiana en general y algunos de sus directores en particular. Aunque haya varios que saltan a la vista sin profundizar demasiado, creo que no es justo rememorarlos en aras a un detrimento de la creatividad, originalidad y valentía que Sorrentino despliega en esta realización. El recurso de que esto ya lo hizo tal o cual director creo que, además de ser discutible, es una minusvaloración de una obra grande y actual como esta imponente "Juventud".
Lo más admirable del conjunto es la desenvoltura en el cambio de registros, con fluidez y sin complejos, que van desde momentos intimistas y de gran calado dramático, a otros de indudable espectacularidad visual y musical, de los que la película nos regala unos cuantos verdaderamente sugestivos y "mágicos". La variedad y mestizaje visual se amplía a momentos de vertiginosos sueños que tienden un puente a la estética de los videojuegos o el cómic filmado. A eso me refiero al hablar de sentido del riesgo, pues estas mezclas multiplican las posibilidades de producir un "pastiche" en vez de una obra desenvuelta y coherente (dentro de su gran variedad) como la que nos ocupa. Considerando que esas mezclas estilísticas, rítmicas e incluso temáticas son un peligro constante, la grandeza de "La Juventud" radica en conjurar sabia y valientemente todos esos riesgos y construir una historia compacta y coherente en torno a las postrimerías en la vida de dos ancianos amigos.
No obstante, el foco no se centra exclusivamente en los dos inmensos personajes interpretados por Michael Caine (protagonista absoluto) y Harvey Keitel (entrañable en su dramático papel), se amplía a una galería de personajes que nos ofrecen variados registros con un gran sentido coral y que enriquecen notablemente el contenido de la historia. Esto no va exclusivamente de "desnudeces existenciales" tipo Haneke (director al que admiro mucho), Sorrentino le pega a todo y con notable acierto. Baste como muestra de esa capacidad de captar universos ajenos y plasmarlos en una sola secuencia, la historia que introduce el personaje que interpreta Jane Fonda, que nos trae magistral y paródicamente todo ese mundo hollywoodiense lleno de deudas, rencores y malestar vital. Magnífica la veterana actriz en su breve papel.
El impacto visual del cine de Sorrentino, nos sigue regalando momentos cinematográficos de intenso placer. Pero la historia que teje entre tanto esplendor visual no es banal o secundaria. Es profunda, realista y demoledora, como no podía ser de otro modo en el tramo de vida  de los personajes que nos describe.
Música, sentido visual operístico, composición de arte clásico en hermosos encuadres combinado con incursiones de ritmo vertiginoso. Para quien le gusten muchas cosas a la vez ( y para los que le gusten por separado) estamos ante una película muy recomendable.

Manuel Fonseca.





Más sobre La Juventud


Acudí a ver  esta película con cierta reticencia y con la sensación de que, posiblemente ,me encontraría con un producto nostálgico y una amarga reflexión sobre el paso del tiempo. Nada más lejos, pues además de ser, efectivamente, una reflexión sobre la vida, es sobre todo una gran obra con un planteamiento estético, sobrio y elegante, bien dosificados los momentos dramáticos  y con todo el bagaje del cine clásico italiano. Sorrentino conoce bien a sus antecesores, sobre todo  a Fellini a quien homenajea  en las secuencias de bellas imágenes oníricas.
Estamos ante una película que no deja a nadie indiferente, pues es la vida la que discurre observada desde diferentes edades y posiciones. Pasado y futuro confluyen en un balneario suizo donde los dos protagonistas, interpretados por Michael Caine y Harvey Keitel, rodeados de otros personajes, narran su vida, su obras y sus últimas preocupaciones más elementales ,relacionadas con su estado físico y el lógico deterioro de la edad.
La Juventud y la Belleza son el” leit motiv” de esta historia que queda plasmado en la bellísima secuencia de la piscina del balneario donde los dos ancianos, arrinconados, observan la sublime aparición de Miss Universo. La vida en su último tramo y la vida en su momento álgido.
La interacción con los demás personajes, los hijos principalmente, nos ofrecen una visión muy enriquecedora desde una perspectiva diferente. Especialmente  patética y dramática se nos revela la aparición de la veterana actriz Jane Fonda quien determinará el trágico final de uno de sus personajes.
Paolo Sorrentino nos ha regalado una de las películas más bellas de los últimos tiempos.



María Berrocal