Los que durante muchos años fuimos
aficionados y seguidores del cine italiano, con su innegable contribución a la
variedad y apertura de nuevos horizontes cinematográficos (desde la posguerra
europea y particularmente en las décadas
60 y 70), recibimos alborozados estos puntuales resurgimientos de aquel añorado
esplendor. Pues lo primero que percibimos, tanto en ésta como en la anterior
(La gran Belleza) de Paolo Sorrentino, es esa "deuda" o continuidad
con muchos de los principios de la cinematografía italiana en general y algunos
de sus directores en particular. Aunque haya varios que saltan a la vista sin
profundizar demasiado, creo que no es justo rememorarlos en aras a un
detrimento de la creatividad, originalidad y valentía que Sorrentino despliega
en esta realización. El recurso de que esto ya lo hizo tal o cual director creo
que, además de ser discutible, es una minusvaloración de una obra grande y
actual como esta imponente "Juventud".
Lo más admirable del conjunto es la
desenvoltura en el cambio de registros, con fluidez y sin complejos, que van
desde momentos intimistas y de gran calado dramático, a otros de indudable
espectacularidad visual y musical, de los que la película nos regala unos
cuantos verdaderamente sugestivos y "mágicos". La variedad y
mestizaje visual se amplía a momentos de vertiginosos sueños que tienden un
puente a la estética de los videojuegos o el cómic filmado. A eso me refiero al
hablar de sentido del riesgo, pues estas mezclas multiplican las posibilidades
de producir un "pastiche" en vez de una obra desenvuelta y coherente
(dentro de su gran variedad) como la que nos ocupa. Considerando que esas
mezclas estilísticas, rítmicas e incluso temáticas son un peligro constante, la
grandeza de "La Juventud" radica en conjurar sabia y valientemente
todos esos riesgos y construir una historia compacta y coherente en torno a las
postrimerías en la vida de dos ancianos amigos.
No obstante, el foco no se centra
exclusivamente en los dos inmensos personajes interpretados por Michael Caine
(protagonista absoluto) y Harvey Keitel (entrañable en su dramático papel), se
amplía a una galería de personajes que nos ofrecen variados registros con un
gran sentido coral y que enriquecen notablemente el contenido de la historia.
Esto no va exclusivamente de "desnudeces existenciales" tipo Haneke
(director al que admiro mucho), Sorrentino le pega a todo y con notable
acierto. Baste como muestra de esa capacidad de captar universos ajenos y
plasmarlos en una sola secuencia, la historia que introduce el personaje que
interpreta Jane Fonda, que nos trae magistral y paródicamente todo ese mundo
hollywoodiense lleno de deudas, rencores y malestar vital. Magnífica la
veterana actriz en su breve papel.
El impacto visual
del cine de Sorrentino, nos sigue regalando momentos cinematográficos de
intenso placer. Pero la historia que teje entre tanto esplendor visual no es
banal o secundaria. Es profunda, realista y demoledora, como no podía ser de
otro modo en el tramo de vida de los
personajes que nos describe.
Música, sentido
visual operístico, composición de arte clásico en hermosos encuadres combinado
con incursiones de ritmo vertiginoso. Para quien le gusten muchas cosas a la
vez ( y para los que le gusten por separado) estamos ante una película muy
recomendable.
Más sobre La Juventud
Acudí a ver
esta película con cierta reticencia y con la sensación de que, posiblemente
,me encontraría con un producto nostálgico y una amarga reflexión sobre el paso
del tiempo. Nada más lejos, pues además de ser, efectivamente, una reflexión
sobre la vida, es sobre todo una gran obra con un planteamiento estético,
sobrio y elegante, bien dosificados los momentos dramáticos y con todo el bagaje del cine clásico
italiano. Sorrentino conoce bien a sus antecesores, sobre todo a Fellini a quien homenajea en las secuencias de bellas imágenes
oníricas.
Estamos ante una película que no
deja a nadie indiferente, pues es la vida la que discurre observada desde
diferentes edades y posiciones. Pasado y futuro confluyen en un balneario suizo
donde los dos protagonistas, interpretados por Michael Caine y Harvey Keitel,
rodeados de otros personajes, narran su vida, su obras y sus últimas
preocupaciones más elementales ,relacionadas con su estado físico y el lógico
deterioro de la edad.
La Juventud y la Belleza son el”
leit motiv” de esta historia que queda plasmado en la bellísima secuencia de la
piscina del balneario donde los dos ancianos, arrinconados, observan la sublime
aparición de Miss Universo. La vida en su último tramo y la vida en su momento
álgido.
La interacción con los demás
personajes, los hijos principalmente, nos ofrecen una visión muy enriquecedora
desde una perspectiva diferente. Especialmente
patética y dramática se nos revela la aparición de la veterana actriz
Jane Fonda quien determinará el trágico final de uno de sus personajes.
Paolo Sorrentino nos ha regalado una
de las películas más bellas de los últimos tiempos.
María Berrocal

