miércoles, 3 de febrero de 2016

El Hijo de Saúl


No llega a un minuto el tiempo que tardas en descender a los infiernos.
La película comienza con un plano de muy escasa profundidad de foco, que nos hace dudar de la lente del proyector. Pero pronto comprendemos que es la elección estilística que nos acompañará durante toda la historia. Es la única forma de salvaguardar un cierto pudor y respeto ante las terribles imágenes que se van a suceder ante nuestros ojos, y sobre todo nuestra mente.

Pues la película se apodera de lo más profundo que pueda haber en nuestra conciencia, produciéndonos una incomodidad a la par que una irresistible atracción por el desarrollo de los acontecimientos; que si bien carecen de épica y del mínimo adorno que podría hacerlos soportables, lo que no nos pueden dejar, de ningún modo, es indiferentes.

Una infernal persecución de la cámara rastreando todos los movimientos y acciones del desdichado protagonista, nos sumerge en el horror de esa vida ( es un eufemismo llamarla así) que no va a conducir a otra cosa que a la degradación y envilecimiento del ser humano, hasta extremos que no creo se hayan superado ni se superen nunca. En medio de tanto horror sin paliativos, la acción de Saúl es la última, aunque nos parezca mínima e inútil, por dotar de una mínima dignidad a ese cosmos degradado al que cuesta creer poblado de seres humanos, pues su comportamiento cae dentro del de las bestias malignas más grandes que imaginarse pueda.

Tan claustrofóbico y devastador panorama se nos presenta, a través de la arriesgada y genial realización de László Nemes, en una ininterrumpida persecución del protagonista que resulta tan agobiante y peligrosa como la situación de Saúl, que nos conduce a ras de suelo por ese laberinto infernal que sabemos no nos llevará a ningún sitio, y por descontado a nada bueno.

La realización de esta macabra inmersión en algo que nunca debió suceder, pero que por desgracia nunca debemos olvidar, es un prodigio de imagen desenfocada, oscura, siniestra, imprecisa y temblorosa  como los mismos hechos que retrata. El verismo te lleva a los límites de lo soportable. Sin embargo, si decimos que las cosas -por dramáticas que sean- hay que conocerlas y asumirlas para que no se vuelvan a producir, esta es la película definitiva sobre el Holocausto. No sé qué otro paso esclarecedor podría haber después de " El Hijo de Saúl"

Siendo como es una obra de arte, por el empleo de medios de expresión y una propuesta narrativa dignos de todo reconocimiento, esta no es una película fácilmente recomendable. Solo para muy aficionados al cine (aunque ello conlleve cierto sufrimiento con algunas películas), capaces de emocionarse no sólo con la historia, sino con el rompedor estilo que utiliza para expresarla. Y para personas que, si no de continuo al menos alguna vez, hayan pensado que la vida es una incomprensible catástrofe (Lo que se dice coloquialmente una "puta mierda").


Manuel Fonseca