No llega a un minuto el tiempo que
tardas en descender a los infiernos.
La película comienza con un plano de
muy escasa profundidad de foco, que nos hace dudar de la lente del proyector. Pero
pronto comprendemos que es la elección estilística que nos acompañará durante
toda la historia. Es la única forma de salvaguardar un cierto pudor y respeto
ante las terribles imágenes que se van a suceder ante nuestros ojos, y sobre
todo nuestra mente.
Pues la película se apodera de lo
más profundo que pueda haber en nuestra conciencia, produciéndonos una
incomodidad a la par que una irresistible atracción por el desarrollo de los
acontecimientos; que si bien carecen de épica y del mínimo adorno que podría
hacerlos soportables, lo que no nos pueden dejar, de ningún modo, es
indiferentes.
Una infernal persecución de la
cámara rastreando todos los movimientos y acciones del desdichado protagonista,
nos sumerge en el horror de esa vida ( es un eufemismo llamarla así) que no va
a conducir a otra cosa que a la degradación y envilecimiento del ser humano, hasta
extremos que no creo se hayan superado ni se superen nunca. En medio de tanto
horror sin paliativos, la acción de Saúl es la última, aunque nos parezca
mínima e inútil, por dotar de una mínima dignidad a ese cosmos degradado al que
cuesta creer poblado de seres humanos, pues su comportamiento cae dentro del de
las bestias malignas más grandes que imaginarse pueda.
Tan claustrofóbico y devastador
panorama se nos presenta, a través de la arriesgada y genial realización de
László Nemes, en una ininterrumpida persecución del protagonista que resulta
tan agobiante y peligrosa como la situación de Saúl, que nos conduce a ras de
suelo por ese laberinto infernal que sabemos no nos llevará a ningún sitio, y
por descontado a nada bueno.
La realización de esta macabra
inmersión en algo que nunca debió suceder, pero que por desgracia nunca debemos
olvidar, es un prodigio de imagen desenfocada, oscura, siniestra, imprecisa y
temblorosa como los mismos hechos que
retrata. El verismo te lleva a los límites de lo soportable. Sin embargo, si
decimos que las cosas -por dramáticas que sean- hay que conocerlas y asumirlas
para que no se vuelvan a producir, esta es la película definitiva sobre el
Holocausto. No sé qué otro paso esclarecedor podría haber después de " El
Hijo de Saúl"
Siendo como es una obra de arte, por
el empleo de medios de expresión y una propuesta narrativa dignos de todo
reconocimiento, esta no es una película fácilmente recomendable. Solo para muy
aficionados al cine (aunque ello conlleve cierto sufrimiento con algunas
películas), capaces de emocionarse no sólo con la historia, sino con el
rompedor estilo que utiliza para expresarla. Y para personas que, si no de
continuo al menos alguna vez, hayan pensado que la vida es una incomprensible
catástrofe (Lo que se dice coloquialmente una "puta mierda").
Manuel Fonseca
