domingo, 18 de diciembre de 2016

Animales nocturnos


La presentación, durante los títulos de crédito de esta excelente e hipnótica película, es impactante y desagradable (a partes iguales).Un brutal y violento (visualmente) ajuste de cuentas
con el panorama amoral y carente de principios del arte actual. También podría entenderse extensivo al mundo de la moda que Tom Ford vivió en otro tiempo, y del que toma revancha con esas imágenes de total distorsión y estética felliniana (si podemos llamarla así) completamente pasada de rosca.
Aunque no tenga inmediatas consecuencias sobre el desarrollo de la historia, te prepara para introducirte en el mundo equivocado y mal asumido de la protagonista, Susan, y de ese ambiente sofisticado, frío y viciado de cierto "establisment "en la ciudad de L.A.
El planteamiento y posterior desarrollo, en dos planos narrativos perfectamente ensamblados y complementarios, no tarda en arrancar y atrapar nuestra atención, al igual que la de Susan, que va viviendo los avatares de su vida ficticia y de la real con el mismo sobresalto y sorpresa que nosotros.
Los dos diferentes planos narrativos, y el desarrollo de las dos historias que conlleva, componen el "leit- motiv" de esta fascinante narración, que nos conduce de género en género sin solución de continuidad, aglutinándolos con total maestría y naturalidad.
Animales Nocturnos nos lleva de un aroma Linch, a atmósferas claramente atribuibles a los hermanos Coen. Pasando por una música de melodrama de lujo y algunos planos de una belleza y expresión colorista que podría recordarnos a Douglas Sirk o a Vicente Minnelli. Sin olvidar el valor significativo de planos, muy personales, como en el que aparece la protagonista sobre fondo de un impactante cuadro ocupado invasivamente por la palabra Revenge.
Toda esa evocación de géneros cinematográficos y recuerdo de directores, no invalida para nada la fuerza, elegancia y originalidad de la película. Pues ahí radica precisamente la maestría y acierto de Tom Ford. Agitarlo todo sabiamente en una coctelera que nos devuelve un producto genuino y personal, con un carisma atribuible solo a las grandes obras.
Una historia que nos introduce en una consideración del mundo actual muy desengañada, pero llena de lucidez .Expresada con unas imágenes perturbadoras que entran en nosotros dispuestas a quedarse durante mucho tiempo.


Manuel Fonseca.