La alfombra roja se
rodó en 2010 en Bombay (India). Desde su estreno en 2012 el corto-documental
está teniendo muy buena acogida en los festivales. No solo ha recibido varios
premios (nacionales e internacionales) si no que también ha sido preseleccionada
al mejor cortometraje documental en los Goyas 2014. Cine Rashomon habla con su
director Manuel Fernández.
- ¿Cómo
surge la idea?
La idea surge cuando estaba
preparando un viaje a India con mi chica para visitar a nuestro amigo Iosu López
(codirector del documental y en aquel momento corresponsal en Nueva Delhi)
empezamos a darle vueltas a posibles proyectos a desarrollar. Yo iba a hacer el
viaje con mi equipo de cámara a cuestas y era una buena oportunidad de pasar un
buen rato haciendo algo interesante. Empezamos a sacar temas en conversaciones
por Skype, todos ellos vinculados al mundo de Bollywood, que es un microcosmos
alucinante. De hecho, el gérmen de todo esto iba a ser un docu sobre niños
actores de escuelas de cine en Bombay. De repente, nos acordamos de un
personaje muy especial que representa la cara más amable y la más cruel del
mundo del cine… empezamos a investigar y una cosa nos llevaba a otra hasta que
conseguimos llegar a ese personaje. Fue una tarea difícil pero que hicimos con
mucha ilusión y conseguimos sacar adelante.
- ¿Por
qué te decides a contar esta historia? ¿Qué elementos crees que tiene el
proyecto para llegar a ser un buen documental?
Cuando llegué a India me di
cuenta de por qué es el país por antonomasia para el viajero. Tanto Iosu como
yo somos viajeros empedernidos, en cuanto tenemos unos días, nos echamos la
mochila al hombro y nos recorremos todos los rincones que nos es posible. En el
caso de la India fue especial, es un destino que lo amas o lo odias y en mi
caso me quedé totalmente prendado. El flechazo que sentí hacia ese país y sus
gentes me empujó también a sobreponerme a cualquier cosa para poder poner mi
granito de arena para poder denunciar la situción de la infancia allí. Te puedo
asegurar que la inmersión en un slum en India es mucho más impactante que en
una favela Brasileña o un Township sudafricano, es una esperiencia que te deja
marcado de por vida.
En cuanto a este proyecto, para
mí, lo más especial es que pudiendo habernos recreado en la miseria y el dolor
más absoluto, lo que hicimos, fue dar un discurso positivo y dejar que las
imágenes hablaran por sí mismas. Al final refleja muy bien esa alegría y
felicidad que tienen los indios pese a vivir en unas condiciones infrahumanas.
Narrativamente me gusta como lo desarrollamos, cómo conseguimos dar el giro
final y ese sutil discurso metacinematográfico que nos cuenta.
- ¿Fuiste
a India con una idea clara de lo que querías grabar? Anotaciones, un
preguión, localizaciones…¿qué llevabas preparado? ( ¿Cómo localizaste a
Rubina ¿)
Lo que me encanta del género documental es que está
totalmente vivo y es imprevisible. Yo trabajo en ficción donde todo está
constriñido, muy preparado previamente y hay poco margen para la improvisación.
En cambio, trabajando el documental, no eres tú el que maneja el rodaje, el
rodaje te maneja a ti y te va llevando por caminos y abriendo vías que ni te
hubieras imaginado en la preproducción. Al slum llevamos un cuestionario para
Rubina que luego cambiamos sobre la marcha y mucho valor para meternos en el
slum con el equipo, eso fue todo. Éramos como extraterrestres dentro del
slum,…, cuatro occidentales cargados con equipo y grabando allí durante tres
días. La gente se apelotonaba, se reían, nos empujaban, …, nos llegaron a tirar
piedras e incluso el slumlord (jefe de la mafia del slum) llegó a agredir a
integrantes del equipo cuando nos negamos a darle dinero. Ahora nos reímos de
todo eso, pero sobre el terreno fue duro. En el documental, en mi opinión, se
impone un poco la frase de Robert Capa de “si tu fotografía no es buena es
porque no te has acercado lo suficiente”.
En cuanto a cómo localizamos a Rubina, no fue nada fácil.
Todo empezó por un libro editado en Francia, el resto fue trabajo de Iosu, es
una persona que es capaz de encontrar lo que le pidas si le dejas una conexión
a internet y un teléfono. En temas de producción es un “conseguidor”, es
impresionante, es capaz de hacer diez mil llamadas y freir a mails hasta que
consigue lo que quiere. Yo soy incapaz de eso, a mí dame la cámara y me vuelvo
loco, te doy el plano que quieras sin pensar si me puedo despeñar por un
acantilado, pero la producción se me atasca. Por eso hicimos tan buen tándem,
él se centró en temas de producción y yo de realización.
- ¿Cuáles
han sido tus influencias más directas para el proyecto de “La alfombra”?
No sabría darte una influencia directa pero muchas
indirectas que me hacen amar el cine tanto de ficción como documental. A bote
pronto te puedo dar cinco o seis títulos de documentales clásicos de lo más
variopinto que son de referencia para mí del género documental como “La Isla de
las Flores”, “Powwaqatsi”, “Los Espigadores y las Espigadoras”, “Hurdes, Tierra
sin Pan”, “El Desencanto”, “Buenavista Social Club”, “Lecciones en la
oscuridad”, “Flamenco” y otros muchos más modernos como “The Cove”, “Sugar
Man”, “Exit Through the Gift Shop”, “Capturing the Friedmans”, “The Invisible
War”, “La Cueva de los Sueños Olvidados”, “Man on Wire” que son una maravilla y
un claro ejemplo de la buena salud de que disfruta este género. Hay gente muy
brillante que saca con mucho esfuerzo y poco dinero proyectos inverosímiles que
son alucinantes.
- Fuiste
con un equipo muy reducido de personas y poco material, ¿qué echaste de
menos en el rodaje? ¿Crees que fue beneficioso para el proyecto?
Eché de menos tener más días en el slum para poder sacar a
la luz más historias interesantísimas de las que nos íbamos enterando. También
eché de menos algo más de equipo humano y técnico pero lo resolvimos con
imaginación. Por ejemplo, como iba con la Canon 5D que es una cámara muy
difícil de operar cámara en mano y eso era una gran limitación para moverse
rápido, me fabriqué la “steady slum” que es un invento que hacíamos en la
escuela cuando no nos dejaban coger la steady, consiste en poner un monopié a la
cámara y pegarle con cinta dos botella de agua de litro y medio en la parte
inferior para que te haga de contrapeso y nivele la cámara. Niveló la cámara y
me desencajó el hombro después de tres días… Sin duda ir con poco equipo fue la
única manera de poder sacar esto adelante, no sé si fue beneficioso, pero era
la única manera.
- ¿Cuáles
fueron los problemas con los que pensabas que te encontrarías a la hora de
grabar el documental y cuáles fueron los problemas reales?
Nos encontramos con todos los problemas que nos imaginábamos
y alguno más. Reticencias de la familia de Rubina, mucha pobreza e insalubridad
que nos puso un par de veces al límite, reticencia de la gente del slum,
problemas de transferencia de archivos de las tarjetas en mitad del slum… Me
acuerdo de un problema con el que no había contado, la humedad era extrema y el
calor asfixiante, no sabría decirte pero puede que 45 grados al sol, de
repente, primer día de grabación, primer plano, enciendo la cámara y zás, al
minuto se para porque se recalienta… recuerdo que estaba sobre unas vías de
tren entre unas vacas y unas cabras y pensé “vaya, después de todo el esfuerzo
y aquí se acaba la grabación de este documental”. No me digas cómo, pero la
cámara no volvió a fallar en los tres días siguientes y eso que le metí una
caña que no veas.
- ¿Volverás
a la India?
Sin duda, además, una vez que vas a la India y tienes
experiencias como las que vivimos, un trocito de India viaja contigo para
siempre.
J.A.G
