lunes, 12 de octubre de 2015

El Apóstata




Todos los que hemos sido bautizados (sin nuestro permiso, por supuesto) y contabilizamos dentro de la Iglesia Católica sin ser creyentes ni practicantes, hemos podido vernos en la situación del protagonista de “El Apóstata”; al menos  como deseo y propósito, otra cosa es el arrojo y la perseverancia necesarios  para consumar la acción.

La empatía con los avatares de Gonzalo Tamayo (protagonista de la ficción)  es inmediata. La interpretación  de  Álvaro Ogalla, autor del guión e inspirador de la historia que nos cuenta Federico Veiroj, es uno de los mayores atractivos del filme. La extraña y acusada personalidad del sujeto en torno al que se aglutina la película, es el valor predominante del relato. Sin el actor que lo encarna,  es difícil configurar a este individuo de personalidad algo retraída e incluso apática, con rasgos de ensimismamiento y expresión “ovejuna”  (que no se entienda como un insulto: Gonzalo (Álvaro Ogalla) tiene una expresión en los ojos que recuerda la indiferencia con la que nos puede mirar un carnero). Sin embargo esa apariencia física, contrasta con un espíritu decidido y tenaz, que configura un personaje muy real, original y convincente, con el que es fácil identificarse, aunque su personalidad no sea particularmente arrolladora. Ignoro si el sujeto, con esos raros matices y contradicciones, habrá sido meticulosamente estudiado  o es fruto de cierta casualidad. Pero, ciertamente, el protagonista no pasa desapercibido.

La narrativa aplicada por el director uruguayo Federico Veiroj, tiene también su particularidad, transitando por un género indefinido (que no es comedia solo), con incursiones de tipo surrealista que podría recordar algún rasgo buñueliano. Creo que Veiroj consigue que no desencajen de la historia general, a pesar del indudable riesgo que conllevan.  Las experiencias vitales de Gonzalo van parejas a su propósito de apostatar, de modo que se retroalimentan  y no discurren forzadas o aisladas. Todo lo que afecta al protagonista está sobriamente contado, con originalidad y evitando situaciones comunes o rutinarias.

Me ha parecido que la ambientación de la película busca cierta intemporalidad, lo que convierte a la historia en más universal  y no sujeta a una coyuntura determinada.

Muy recomendable en general. Pero si alguna vez ha rondado por tu cabeza la idea de apostatar, no debieras perdértela. 

Manuel Fonseca