Todos los que hemos
sido bautizados (sin nuestro permiso, por supuesto) y contabilizamos dentro de
la Iglesia Católica sin ser creyentes ni practicantes, hemos podido vernos en
la situación del protagonista de “El Apóstata”; al menos  como deseo y propósito, otra cosa es el
arrojo y la perseverancia necesarios 
para consumar la acción.
La empatía con los avatares de Gonzalo Tamayo
(protagonista de la ficción)  es inmediata.
La interpretación  de  Álvaro Ogalla, autor del guión e inspirador
de la historia que nos cuenta Federico Veiroj, es uno de los mayores atractivos
del filme. La extraña y acusada personalidad del sujeto en torno al que se
aglutina la película, es el valor predominante del relato. Sin el actor que lo
encarna,  es difícil configurar a este
individuo de personalidad algo retraída e incluso apática, con rasgos de
ensimismamiento y expresión “ovejuna” 
(que no se entienda como un insulto: Gonzalo (Álvaro Ogalla) tiene una
expresión en los ojos que recuerda la indiferencia con la que nos puede mirar
un carnero). Sin embargo esa
apariencia física, contrasta con un espíritu decidido y tenaz, que configura un
personaje muy real, original y convincente, con el que es fácil identificarse, aunque
su personalidad no sea particularmente arrolladora. Ignoro si el sujeto, con
esos raros matices y contradicciones, habrá sido meticulosamente estudiado  o es fruto de cierta casualidad. Pero, ciertamente,
el protagonista no pasa desapercibido.
La narrativa
aplicada por el director uruguayo Federico Veiroj, tiene también su
particularidad, transitando por un género indefinido (que no es comedia solo),
con incursiones de tipo surrealista que podría recordar algún rasgo buñueliano.
Creo que Veiroj consigue que no desencajen de la historia general, a pesar del
indudable riesgo que conllevan.  Las
experiencias vitales de Gonzalo van parejas a su propósito de apostatar, de
modo que se retroalimentan  y no
discurren forzadas o aisladas. Todo lo que afecta al protagonista está
sobriamente contado, con originalidad y evitando situaciones comunes o
rutinarias.
Me ha parecido que
la ambientación de la película busca cierta intemporalidad, lo que convierte a
la historia en más universal  y no sujeta
a una coyuntura determinada.
Muy recomendable en
general. Pero si alguna vez ha rondado por tu cabeza la idea de apostatar, no
debieras perdértela.  
Manuel Fonseca

