La última película
de Jafar Panahi galardonada con el Oso de oro de Berlín, es , además
de audaz, un auténtico
ejercicio de libertad de creación
y de búsqueda de nuevas
formas narrativas. Paradójicamente
Panahí carece de libertad
en su país, del que no
puede salir ni hacer películas.
Y es precisamente esa falta de libertad la que le lleva a la búsqueda de estrategias para filmar
la vida como un documental. En este caso, camuflado de taxista, se lanza a la
aventura de hacer cine por encima de todo, porque es el cine su forma de
expresión, de sentirse
vivo.
En el interior del taxi se desarrollan todas
las situaciones de personajes que suben y bajan de diferentes clase sociales y
generaciones. No sabemos si es ficción
o realidad, ¿dónde está el límite
?. Panahi ya ha utilizado este juego en anteriores filmes ( El Espejo )
, pero a diferencia de éste,
no se nos desvela el final, incitando al espectador a cuestionarse si lo que
sucede es real o responde a un guión.
Tan sólo la aparición de su sobrina nos hace
participar de ese “realismo sórdido” que se menciona como algo que
hubiera que eludir.
La visión que la película
nos ofrece es múltiple: al
menos tres perspectivas o miradas : taxi, taxista y niña. El taxi, principal protagonista, recorriendo las calles
de Teherán, nos invita a
observar la vida vibrante de la ciudad, el colorido, el ajetreo y las
situaciones cotidianas que protagonizan sus habitantes. El taxista, Jafar
Panahi, escucha, observa desde su posición al volante a los pasajeros
que hablan con naturalidad y
espontaneidad de su vida, interviniendo en algunas ocasiones, filmando con su móvil o comentando de cine con el
cliente que le reconoce. La galería
de personajes es muy variada y a través
de ellos y de la cámara
colocada en el salpicadero del coche nos aproximamos a la realidad del país. A través de la sobrina de Panahi
conocemos el pensamiento oficial del régimen
y las normas que rigen en la industria
cinematográfica. La niña filma con su cámara para un trabajo escolar,
siguiendo los cauces dictados por su profesora . Es otra mirada.
Particularmente interesante parece
el diálogo con la última pasajera, la abogada a la
que el consejo de abogados le prohíbe ejercer y que obsequia a la sobrina
y a su tío con una rosa. Taxi
Teherán ,además de ser cine en estado puro y
un juego de ingenio ,es un documento de la libertad intelectual bajo la represión política. El espíritu
creativo no se detiene y Panahi no se deja conducir.
María Berrocal
