"Vive cada día como si fuese el último
de tu vida...y algún día verás cómo se hace realidad". Este consejo, puesto
en boca de la madre del protagonista ( uno de los muchos pensamientos de Allen
proyectados a través de sus personajes, llenos de brutal ingenio) son la tónica
tragicómica de esta entrañable película del gran director neoyorkino.
Los seguidores de Woody Allen tenemos
siempre un deseo ferviente de que cada una de sus películas ( una al año desde
hace mucho tiempo) nos gusten y nos mantengan hermanados con las cuitas
filosóficas de este inefable pope de la cultura urbana, representada a través
de su imprescindible New York. Admitimos, sin cejar al desaliento, hasta sus
propuestas menos acertadas ( que también hay alguna).Pero siempre encontramos algo que nos obliga a
repetir y repetir. Esperamos que la siguiente "dé en la diana", como
ha ocurrido muchísimas veces en su dilatada carrera. Y casi lo peor que decimos
de un film suyo es calificarlo de "regular". Siempre estamos
predispuestos al "muy buena" o "excepcional ".Pues bien: para
regocijo de sus seguidores, aquí tenemos una calificable con la nota más alta.
La nostalgia y desengaño que destila Café
Society, me lleva a plantearme cómo nos las podremos apañar si algún día esta
deseada cita con Woody Allen, que está escribiendo con todos sus seguidores un guión que aglutina el de
todas sus películas, no se produce.
No sé si alguna vez estaremos preparados
para que nos falte este genial judío de gafotas
de pasta. Necesitamos de su ironía y desengaño para reafirmarnos en
nuestros miedos y en nuestras dudas sin solución.
Solo una leve sonrisa ante los buenos
momentos vividos y el rescoldo de algún amor inolvidable. Aderezado siempre por
la más nostálgica y penetrante música de jazz.
Manuel Fonseca