El
comienzo de esta excelente e inclasificable película te predispone para sufrir
una historia de vanguardismo experimental. También supone una prueba de
paciencia para espectadores ávidos de propuestas innovadoras ( aunque sean
aburridas). Pero ese hilarante comienzo, no tarda en dar paso a una secuencia
que diríase satírico costumbrista, y después a una sucesión ininterrumpida de
cambios y giros estilísticos que nos llevan de Berlanga a Haneke, con la
inefable mediación de puertas que se abren y cierran ágilmente (como en los
mejores Preston Sturges).Uno llega a acordarse incluso de El Ángel
Exterminador, de Buñuel. Todo este batiburrillo de alusiones que, a priori, hubiese
podido dar origen a una remendada historia tejida con los más arbitrarios hilos,
es una historia de una asombrosa unidad incluso en el sentido espacial más
intrínseco, pues está rodada en un piso real, como casi exclusivo escenario.
Cristi
Puiu conjuga tal conglomerado de influencias ( en el caso de que no sólo sean
impresiones del espectador) y crea una obra original, audaz por el espacio y
escenario en el que se circunscribe, rodada magníficamente mediante un trabajo
de cámara altamente meritorio y la colaboración de unos excelentes actores, que
bordan un encomiable trabajo coral.
Los
diálogos de Sieranevada son muy buenos, llenos de naturalidad, ironía e incluso
comicidad en muchas ocasiones. De manera ágil y muy humana, la película no
desdeña una opinión real y documentada de la Rumanía (vista a través de
Bucarest) de un pasado reciente, pero
que todavía pesa mucho en la actualidad.
He
descubierto también con esta magnífica película, que los ambientes y “ palizas”
familiares son parecidísimas en todas partes. Algo que yo creía más local, es
realmente muy universal (o europeo, para no exagerar). Comprueben con esta
singular película que, lo que nos separa de una familia rumana, es nada.
Manuel
Fonseca.